martes, 22 de marzo de 2011

80 familias chabolistas de Penamoa viven ya en pisos sin apenas problemas

El País también da cuenta de las políticas de integración de A Coruña, y lanza algunos avisos a navegantes respecto a la manipulación que ha habido en diferentes momentos del proceso:

"No queda rastro de aquellas semanas intensas de manifestaciones promovidas hace tres años por el miedo a tener como vecinos residentes de Penaoma. Unas 80 familias procedentes del infrahumano poblado se van adaptando a su nueva vida en pisos de alquiler o comprados que están repartidos por toda la ciudad y algunos en municipios limítrofes. "Allí arriba era el infierno, ahora esto es un trocito de cielo. Penamoa no se lo deseo ni a mi peor enemigo", dice Santiago Barón. Gracias a un subsidio y la venta ambulante en mercadillos, logró pasar de una chabola inhumana en la que llovía dentro a una vida normal en un piso, comprado mediante hipoteca. Su mujer, Pili, está embarazada de su cuarto hijo. Será el primero de esta joven familia que no nacerá ni se criará en medio de la inmundicia y la más aterradora exclusión social, que caracterizaba un asentamiento en el que habitaban medio millar de personas. Más de 200 eran niños, la mayoría sin escolarizar.

"Es insólito en sí mismo que esto haya sido posible, es un trabajo de titanes, aún falta mucho y la lucha es diaria, pero gracias a un impresionante esfuerzo colectivo está funcionando", explica una de las trabajadoras sociales del Ayuntamiento. Forma parte del equipo de erradicación del chabolismo que, integrado por nueve personas, lleva adelante el plan especial para eliminar Penamoa. Comenzó hace tres años cuando hubo que construir el primer tramo de la Tercera Ronda, una circunvalación que atraviesa el poblado.

Este equipo municipal se ha encargado de censar a los chabolistas de Penamoa, buscarles viviendas dignas, realizar todos los trámites para que accedan a ayudas sociales, laborales, de formación. El trabajo incluye un seguimiento semanal de cada familia, controlar que cumplan las normas de convivencia, que tengan al día el pago de sus recibos, que los niños vayan al colegio.

Surgen problemas "pero todo es salvable", aseguran estos trabajadores sociales. El equipo tuvo que lidiar "con las dos culturas", la paya y la gitana. Convencer a las comunidades de vecinos que acepten un exchabolista no fue fácil y hubo algunos problemas, porque "el miedo y el racismo están ahí". Y además está el estigma de Penamoa.

Novo Mesoiro, el barrio periférico de A Coruña que se sublevó contra un realojo masivo de chabolistas gitanos que nunca ocurrió, estrenó ayer centro de salud. Una hora antes, en Penamoa, las palas derribaban por orden judicial y en medio de un fuerte despliegue policial siete de las 19 chabolas que quedan en pie en el que fue hasta hace bien poco tiempo el mayor asentamiento chabolista y mercado de la droga del noroeste peninsular. Dos fotos en el Día Internacional contra el Racismo y la Xenofobia que ilustran un largo y dificilísimo proceso de integración social que se presumía imposible. A Coruña sigue siendo la ciudad gallega con más poblados chabolistas. Cada caso es singular, y no vale la misma fórmula para todos. Pero ha logrado, no obstante, erradicar con éxito el peor de todos.

Pero lo que más costó, según el equipo municipal, no fue la adaptación de los exchabolistas a pisos, sino que se acostumbraran a vivir de forma autónoma, fuera de la organización familiar muy jerarquizada que tenían en el poblado. La dispersión de estas personas en su mayoría analfabetas supone vivir "otra realidad" no siempre fácil. Encontrar una autoescuela para obtener el carné de conducir, imprescindible para sus trabajos de venta ambulante o de chatarra, fue una ardua tarea.

Teresa, tras 30 años en Penamoa, lleva ocho meses "estupendamente" en un piso de alquiler con su madre incapacitada y su hermana. Está encantada de haber perdido de vista "la lama, el frío y las humedades". Pero admite echar de menos Penamoa por la convivencia. "Las raíces siempre algo tiran, allí visitaban mucho a mamá". Santiago, que lleva más tiempo fuera, asegura que las relaciones con la familia y vecinos del poblado se retoman: "Nos ha cambiado la vida al 100% pero nadie quiere volver jamás para allí"."

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