lunes, 18 de mayo de 2009

Las caras del FEIL



Al margen de las discusiones habituales, normalmente con carga ideológica, sobre si el plan FEIL (plan Zapatero) tiene repercusión o no, y de que alguna gente cuestione si es verdad que en nuestra zona trabajan 700 personas gracias a él, es indiscutible que detrás del plan hay personas con sus caras y sus historias, la visión más real, la del que la vive. Esto es lo que apareció publicado en La Opinión:

"Crisis, crisis y más crisis. Los trabajadores contratados para hacer las obras que paga el Estado repiten la palabra de moda una y otra vez mientras comen en la garita los bocadillos que llevan de casa. Saben que son afortunados. Hace unos días estaban en el paro .
A la una de la tarde las obras se paran. Los vecinos respiran. "Es un alivio cuando hacen un descanso porque a las ocho de la mañana ya nos despierta el ruido", asegura Florentina García, residente en Alfredo Vicenti. A esa hora los obreros que colocan las aceras y pavimentan la vía se meten en la garita y sacan los bocadillos y las fiambreras que traen de casa. Hay algunos que se van a la tasca de enfrente a comer, pero ellos, que son los recién llegados a la empresa, se sientan sobre cualquier cosa y hablan mientras mastican. Apenas se conocen, pero sus historias son parecidas. Todos trabajaban desde hace años en la construcción y los despidieron. Algunos cobraban el paro; otros, ni eso. Eran autónomos. Crisis, crisis y más crisis. Aunque saben que son afortunados, repiten la palabra de moda una y otra vez. Hace unos días que empezaron a trabajar en Rivas Boquete, una empresa a la que el Concello adjudicó obras con cargo a los Fondos Estatales de Inversión Local por valor de 2.867.587 euros. "No nos faltaba trabajo, pero las ayudas del Gobierno vinieron muy bien. Antes éramos 60 y ahora somos 130", comenta uno de los operarios más veteranos mientras come un bocadillo. Los novatos conversan. Saben qué es estar en paro e intercambian experiencias. "¿Qué hacía yo en casa?, pues nada, la tele no me gusta", dice Jesús, que está separado y tiene una hija. "Sí, sí, estar sin trabajo es muy malo", apostilla Xosé Luis Barca, quien presume de que emigró a Suiza para trabajar en la construcción. "Allí pasó lo mismo que aquí. Los bancos también dejaron de dar dinero", comenta. "El problema es que vienen extranjeros y trabajan por mil euros. Donde van a hacer Ikea está lleno. Nos quitan el trabajo", opina Ángel. Los trabajadores discuten hasta que Jesús reconoce que firmó el contrato sin leerlo. "Estaba contento y ni miré por cuánto tiempo era", dice. Ya son las dos. Vuelta al trabajo".

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