jueves, 10 de julio de 2008

ECHO DE MENOS EL BARRIO

Las líneas de transporte público 90 y 91 de Milán son las que cubren la circunvalación externa de la ciudad. No por casualidad son las que transportan desde muy temprano a un gran número de inmigrantes que acuden a sus trabajos. Ahora también son aquellas en las que se concentran los controles policiales a la caza de personas "sin papeles". Patrullas de quince agentes se suben al autobús o al tranvía, primero controlan el billete y después piden la documentación. Las que no los tengan en regla son detenidas y conducidas a las dependencias policiales en un autobús con rejas en puertas y ventanas.


Todo esto ha empezado incluso antes de la aprobación del proyecto de ley del gobierno Berlusconi que incluye el paquete de medidas contra la inmigración ilegal, (confiscación de los inmuebles alquilados a personas extranjeras irregulares y sanciones a sus propietarios; regulación de las transferencias de dinero al exterior; agravantes para los delitos cometidos por inmigrantes indocumentados; dificultades para los reagrupamientos familiares; calificación de la inmigración clandestina como delito; detenciones de hasta 18 meses, esta última cuenta ya con el respaldo del acuerdo aprobado por la Unión Europea). Y está ocurriendo a pesar de las declaraciones del ministro italiano de Política Comunitaria, Andrea Ronchi, ofreciendo garantías de que "al menos esta medida, (la de convertir la inmigración ilegal en delito), no se aplicará con carácter retroactivo"...Y en este punto, llego a la misma conclusión que el personaje de Marjane Satrapi en su imprescindible "Persépolis": tengo que instruirme, me faltan conocimientos de historia, cultura, para poder entender lo que está pasando.


Después de que hayan detenido a 33 personas extranjeras que iban a trabajar, delincuentes de nueva generación, uno de los pasajeros de la línea 91, italiano, regular, con papeles, dice, yo creo que en una tentativa desesperada de acallar en voz alta su conciencia y la de las presentes: "es una cuestión de seguridad, es algo que hay que hacer, todos queremos vivir tranquilos, poder pasearnos por las calles de nuestra ciudad, y usar el transporte público sin sentirnos amenazados cuando un rumano se nos queda mirando fijamente y te preguntas si ha llegado tu hora...". Inmediatamente recuerdo un artículo de Stefano Rodotà, catedrático de Derecho Civil en la Universidad de Roma, en el que acusa a algunos cargos de la vida pública italiana de haberse convertido en empresarios del miedo; y pienso, que buenos rendimientos les está reportando su incendiario discurso!

Echo de menos el barrio porque quiero creer firmemente, haciendo uso de uno de los más comunes mecanismos de defensa que tenemos las personas, que esto no nos pasará en el Agra.

Gloria Del Valle